TARJETA Y EXPULSIÓN

por Javier Oyarbide Apalategui

 

Yo no soy muy aficionado al fútbol pero recuerdo hace unos años, bastantes, una imagen que estuvo durante mucho tiempo en la televisión.

Un árbitro y un juez de línea discutían al borde del área y se oía perfectamente como uno le decía al otro “tarjeta y expulsión” .

Yo tuve un día de esos en que a uno le sacan tarjeta, pero en mi caso fue en el estadio de Zalacain, donde los árbitros y jueces iban de chaqueta y corbata y en vez de soplar el silbato solían aspirar un Cohiba.

En mi caso no hubo expulsión, pero sí un sofocón tremendo porque además era el día de mi debut.

Siempre he sido muy tímido y de joven mucho más.

Empecé a trabajar en el restaurante de mis padres a los diecinueve años, como ayudante en el cuarto frío, deshojando perejil, albahaca, canónigos, limpiando pescados cuando me dejaban y formando las croquetas del aperitivo. A veces participaba del “making of” de las patatas soufflé, sobretodo, pelándolas.

Mi padre era la cabeza visible de la familia en el comedor, pero un día enfermó y mi madre quedó a su cuidado.

Los maitres comenzaron a presionarme para que saliera a saludar a los clientes y yo empecé a entrar en pánico. Mi excusa frente al acoso era “cuando venga Don Mario”, refiriéndome al famoso y joven banquero de moda de aquella época, que derrochaba simpatía como pocos; porque mi padre y yo frecuentábamos los fines de semana un restaurante al que él iba también con su familia, lo que daba pie a no tener que tirar yo mi falta desde muy lejos y con barrera.

Pues bien, el día llegó y Don Mario reservó un comedor privado para dos comensales a la una y media de la tarde. Al fin y al cabo, pensé, que éramos pocos y prácticamente a solas, como una pachanguita, lo que auguraba ser un primer partido casi amistoso y sin demasiada presión.

Me avisaron que el “invitado” había llegado y me armé de valor para enfrentarme al terreno de juego. Me equipé con mi mejor indumentaria nueva, como un profesional, con gorro de toque en la cabeza y chaquetilla bordada con mi nombre en el pecho a color azul oscuro.

El “invitado” era un señor americano, elegante, muy simpático y locuaz, que se interesó por mi trayectoria en la cocina y con el que departí un buen rato en inglés, bastante cómodo por mi parte y creo que también por la suya, sinceramente.

Pero de repente, echó mano al bolsillo delantero de su chaqueta y allí apareció la tarjeta, que me entregó decidido y firme, a la voz de “no nos hemos presentado”.

Madremía, qué sofocón me llevé cuando leí aquella cartulina que decía:

David Rockefeller
JP Morgan Chase Manhattan Bank
Chief Executive Officer & Owner

¡Gensanta qué nervios! Y ¿cómo me presento yo que no tengo ni tarjeta de la Seguridad Social?

Como la “Mano de Dios”, en el gol de Maradona, apareció Don Mario en aquel angustioso momento que marcó para siempre mi trayectoria profesional, porque recuerdos y anécdotas tan bonitas y emocionantes como ésta se vuelven a hacer realidad con la misma emoción, o más que entonces, al poder compartirlas con ustedes.

Por |2021-08-27T09:16:20+01:00diciembre 27th, 2020|General, Opinión, Recuerdos|Sin comentarios

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