Da igual si eres un simple aficionado a la gastronomía o si te chifla el mundo del diseño. Sea cual sea tu caso te aconsejamos visitar «Tapas: Spanish design for food» la exposición que llega por fin a Madrid después de haber rodado por Tokio, Miami y lo seguirá haciendo por distintas ciudades de Asia, Europa y América.
No es una casualidad que el nombre de la exposición esté en inglés, ya que su intención es enseñar al mundo entero la creatividad española más reciente en el ámbito del diseño aplicado a la gastronomía, aprovechando el boom mediático internacional que está teniendo la cocina española en las últimas dos décadas.
Si la Gastronomía ha contribuido y está contribuyendo de forma importante a difundir la Marca España, todo lo que la rodea no lo es menos. El design español, en concreto, ha jugado un papel muy significativo en la difícil tarea de dar forma a las ideas innovadoras que siguen saliendo, sin cesar, de los ámbitos de las cocinas y sus laboratorios.
Acción Cultural Española (AC/E) es la organización que trae al Matadero (espacio Central de Diseño, hasta el 19 de Julio) esta muestra donde se exponen más de 200 objetos que nos adentran en este mundo estimulante, donde diseñadores españoles de renombre han creado nuevos objetos de la mano de grandes cocineros, para ir satisfaciendo las progresivas demandas a la hora de realizar platos nuevos.
Ya en la exposición que pudimos ver el pasado invierno en la Fundación Telefónica, «Ferran Adriá – Auditando el proceso creativo», pudimos darnos fácilmente cuenta de la importancia que el diseño ha tenido para El Bulli y de cómo la evolución de la cocina ha llevado, de forma natural, al desarrollo y a la creación de una enorme cantidad de nuevos atrezos, vajillas y artilugios en general.
Si las fronteras de la cocina han cambiado, necesariamente tienen que cambiar los instrumentos para prepararla y para apreciarla: pensamos, por ejemplo, a cómo se crean y cómo se degustan una sferificación, una espuma o un cóctel helado realizado con hidrógeno líquido.
Pero, curiosamente, este proceso de innovación no solo afecta a los restaurantes: los servicios de catering de hoy no tienen nada que ver con los de hace muy pocos años y lo mismo pasa con las cenas en casa, donde incluso a los cocineros más aficionados les gusta servir sus creaciones servidas en cucharitas y platos no convencionales, ¡aunque sean de plástico!
Como dice Juli Capella, el comisario de la exposición, en el interesante texto del catálogo de la exposición: “Sin diseño, alimentarse sería más difícil y aburrido. La alimentación sería mera supervivencia”. Efectivamente, es este aspecto lúdico el que nos permite abordar la comida desde otro punto de vista. Si lo pensamos, realizamos el acto de comer unas 1000 veces por año, por lo tanto todo lo que ayude a aportar matices que enriquezcan este acto, será bienvenido.
Esta exposición nos ayuda a observar cómo el design industrial ha llegado también a nuestras casas. Firmas como Doca o Santos en muebles de cocina, Cata en electrodomésticos, Arcos en cuchillería, Castey en baterías de cocina o Lekué con sus utensilios de silicona, entre otras empresas, han realizado una importante labor en la innovación de objetos.
En la exposición nos muestran algunos de ellos en tres distintos bloques: la Cocina, la Mesa y la Comida.
Dentro del apartado Cocina, se inicia con objetos como la olla exprés hasta llegar al kit de Sferificación, creado por los hermanos Adrià, que permite obtener elaboraciones esféricas con una membrana sutil, mágica al paladar.
En la Mesa son innumerables los objetos, desde la copiadísima aceitera anti-goteo de Marquina, que fue premio Compás de Oro (algo así como el Oscar del diseño), hasta el Plat Viu, realizado por Andreu Carulla a petición del Celler de Can Roca, un plato vivo que respira mientras te comes un postre o la Vajilla Multisensorial creada por Jon Rodríguez & Philips Design Probes para el Restaurante Arzak, vajilla que estimula los sentidos a través de la luz, la vibración del sonido y la corriente eléctrica.
Como contraste hay también hay una simpática mesa para una cena romántica de mileuristas, todo un invento para aprovechar al máximo un espacio mínimo, quizás un balcón.
Por lo que se refiere a la Comida, se parte de la aceituna rellena y el chocolate con churros, pasando por la tapa, hasta llegar a los modelos de plastilina de El Bulli que servían para ensayar la reproducción fidedigna del contenido de un plato previo a su realización.
La exposición se completa con un apartado dedicado al diseño de los interiores de los restaurantes, de las arquitecturas de bodegas y un interesantísimo espacio dedicado al nuevo diseño gráfico de las etiquetas de los vinos que merece una atención especial por sí solo.