Han pasado los meses de octubre y noviembre en los que el abonado y el aserpiado (especialmente en Jerez) han sido las tareas para preparar el viñedo después de la última vendimia, con esto, se prepara la tierra para que tenga los nutrientes necesarios y se hacen los caballetes para que las cepas recojan el agua de la lluvia manteniendo la humedad necesaria al tiempo que se evita la pérdida de tierra.

Después de eso, llega el frío de diciembre y con él la vid, ya sin hojas, entra en estado vegetativo: es el momento de la poda que, dependiendo del año, se puede extender uno o dos meses; la poda, un trabajo de aclarado y corte que  no puede llevar a cabo cualquiera, la poda es traumática para la planta y hay que saber muy bien que cortar para controlar el crecimiento de la viña, hay que buscar los días secos y tener en cuenta las características de cada viña, de cada uva y de la trayectoria del año anterior, si además, el viticultor sigue indicaciones del calendario lunar tiene que fijarse si la luna es ascendente (más savia en la parte superior de la planta) o descendente (mayor actividad en la raíces).

Con esto ya hemos llegado a la primavera, empiezan a brotar los pámpanos y la viña vuelve a la vida; además de los trabajos de limpieza realizados ya estamos preparados para realizar los injertos necesarios y para plantar y replantar si es necesario y es el momento más importante para prevenir las plagas y evitarnos disgustos. En mayo hacemos poda en verde y se mantiene el cuidado preventivo de la viña y, a finales de mes o principios de junio empieza la floración, en esta época la mirada al cielo es continua esperando que el tiempo nos depare un sol cálido y que no vengan lluvias. A partir de aquí, tenemos unas semanas de recogida de leña y de hacer las últimas labores de mantenimiento mientras las uvas maduran y alcanzan el punto deseado.

Y llega el momento de la verdad con el mes septiembre. Después de once meses de trabajo continuado en el viñedo, la uva está en su momento perfecto para ser vendimiada. Pero hay una ventana exacta para la vendimia y un error de unos pocos días puede dar al traste con el trabajo de todo el año. Más allá de los análisis y las pruebas, se sale al campo, se cogen las uvas se  estrujan entre los dedos y se las examina preguntándose el viticultor si faltan uno, dos o tres días para empezar la vendimia  y, finalmente, se sale a recoger el tabajo de todo el año.

Esto, con pequeñas diferencias, es así todos los años y en todas las viñas y, mientras se realizan estas tareas de cuidado del campo, se está simultaneámente haciendo el vino y el resultado de todo este trabajo se puede ver afectado por el calor, la ausencia o el exceso de lluvias, las heladas, los granizos … ¿de verdad se puede decir que el vino es caro?