Es indudable que Madrid y Barcelona tienen una oferta muy diferente en el terreno gastronómico, pero sí que hay un campo donde coincidimos claramente: en el interés por la cocina oriental. Salvo casos aislados, en España hay que viajar a alguna de estas dos ciudades para encontrar los locales con la oferta más interesante no solo en las más habituales cocinas chinas o japonesas (sin entrar a valorar su autenticidad), sino en la llamada cocina fusión, que no deja de ser una forma muy personal de combinar productos y técnicas locales con productos y técnicas provenientes de otros países. Dentro de este tipo cocina, hay restaurantes que destacan de forma especial y, sin duda, uno de esos locales es Dos Palillos.

Desde que hace ocho años, Albert Raurich creó su taberna oriental, Dos Palillos ha podido presumir de ser uno de los lugares de peregrinación para todos aquéllos a los que nos gusta esto del buen comer y ha convertido casi en una obligación el darse una vuelta por Barcelona para hacerle una visita.

En este pequeño local siempre se ha ofrecido una propuesta personal con unos niveles de calidad tanto a nivel técnico como de producto difícilmente igualables y ahora mismo, en mi opinión, el binomio de Albert con Takeshi Somekawa está en su mejor momento desde la apertura. Si a esto le añadimos un servicio cercano y profesional que sabe explicar perfectamente cada uno de los platos que sirven a los comensales y una espléndida selección de vinos y sakes responsabilidad de Tamae Imachi, el resultado es francamente brillante. Siempre que se habla de Albert y Takeshi hay que mencionar su estancia en El Bulli pero, a estas alturas, eso ya es historia y Dos Palillos es un magnífico presente.

En mi última visita, optamos por dejar que nos prepararan un menú a gusto de la casa y el resultado … después de 15 platos y tres postres, no pudo ser mejor.

Empezando por la delicadeza de una hoja de nenúfar con el contrapunto de una corteza de cerdo y siguiendo con una gran interpretación de la ensalada china de marisco, nos llevaron a preparaciones tan personales como el tartar de sepia con caviar oscietra o el naresushi de lubina y aquí, me van a permitir que haga un alto para hablar un poco de historia de este plato. El nare sushi fue el primer sushi consumido en Japón y las primeras referencias de esta preparación datan del siglo VII; su origen viene de la forma de conservar el pescado poniéndolo a fermentar con arroz cocido para evitar que se pudriera y cuando estaba listo (un poco antes de terminar la fermentación), se tiraba el arroz y se comían las piezas de pescado fermentado cortado en láminas. En Dos Palillos, han sabido rescatar esta preparación con un resultado más que notable y nos lo acompañaron de un sake sin filtrar … catalán, concretamente de Tuixent donde lo prepara Antoni Campins, autor del libro “Sake, La Seda líquida” que está demostrando que es capaz de llevar a la práctica todo el conocimiento teórico que tiene de este producto. A partir de ahí, impecable ventresca de atún con  yamaimo y magníficas las gambas crudas-calientes al aceite de té negro para continuar con un “ojizuke” de chipirones (donde el arroz va en el interior del chipirón) y una espardeña con mentaiko casero.

En este punto, un alto para relajar sabores con un perfecto osuimono de boletus con un mochi de aceite de pino relleno de piñones. El siguiente en cambio, fue para mí un plato bastante difícil; tengo que reconocer que el sasami de pollo con mentaiko no estaba malo, pero en mi caso, el pollo crudo no es algo que me entusiasme, en todo caso fue un pequeño paréntesis porque a continuación vinieron una serie de platos más clásicos empezando con un siu mai con cangrejo real y siguiendo con su versión del pato pekín, la papada de cerdo ibérico a la cantonesa, la “japanese Burger” (me podría comer una docena) y finalizando el festival con una pluma de ibérico al tandoori.

Para acabar un mizu mochi que es un prodigio de presentación (parece una gran gota de agua), un coco estilo tailandés y nyngio-yaki.

Una comida para recordar durante mucho tiempo perfectamente acompañada por un Savennières – Roche aux Moines, un 7 Fuentes (sorprendente vino canario) y un Palo Cortado Tradición.

En resumen, la mejor visita que he efectuado hasta hoy a un Dos Palillos que está en un momento dulce en todos los aspectos.