Gallinejas, zarajos, botones… son algunos de los peculiares nombres que reciben las partes menos vistosas de la vaca, el cordero o el cerdo. Hay quien los rechaza por su aspecto, mientras que otros lo consideran un bocado delicioso. Conocidos como despojos o desechos, muchos de ellos forman parte de algunos de los platos más típicos de la culinaria castiza.
Los orígenes de la cocina casquera se remontan a los romanos que hicieron propia la cocina de las vísceras al igual que los griegos que establecieron una vinculación especial con el hígado.
Madrid siempre ha sido una plaza de primera para la casquería. Tanto, que ha llevado los callos por bandera de su cocina. Y no hay comida más típica de las fiestas populares, como las de La Paloma, que el bocadillo de entresijos y gallinejas.
Parece ser que el origen del consumo de casquería en Madrid se remonta a mediados del siglo XIX. En aquella época, en el entorno del Matadero Municipal de la Puerta de Toledo, la gente sin recursos acudía para hacerse con las vísceras de los corderos, que eran desechadas. Gracias a esta fuente de proteínas muchas familias humildes pudieron sobrevivir a la hambruna. Tanto creció la demanda que, a partir de 1920, con la construcción del nuevo matadero de Legazpi, hubo que regular el reparto de estos productos. Para ello, se distribuía el material entre mujeres desamparadas en forma de lotes llamados “suerte” que luego vendían por la calle para obtener recursos con los que mantener a sus familias.
De esta costumbre de comer despojos surgieron las casquerías, establecimientos así llamados porque en ellos se vendían cascos -capa del encéfalo- y vísceras; que no eran considerados como carne propiamente dicha. Esta se vendía en establecimientos de categoría muy superior como eran las carnicerías.
Entre las casquerías más famosas de la capital estaba la de la Viuda de M. García. Situada a la altura del número 68 de la señorial calle de Goya y cuya actividad se anunciaba desde su fundación en 1916 como “Expendeduría de idiomas y Talentos”. El lector avezado adivinará que lo que se dispensaba en esa singular expendeduría eran lenguas y sesos.
La casquería siempre ha tenido una gran aceptación en las mesa madrileñas. Desde las tascas más populares hasta los restaurantes de más ringorrango han hecho gala en sus cartas de los platos más entrañables y en los cafés, botillerías y restaurantes nunca faltaba algún plato de sesos, riñones, lengua o, como no, los callos. Sin embargo, a partir de los años 80 las vísceras comenzaron a desaparecer de nuestras mesas. Parece que nos volvimos finos y empezamos a preferir el solomillo a las mollejas. Como consecuencia de este nuevorriquismo, las casquerías empezaron a echar el cierre en nuestros mercados. A esto se sumó en los 90 la crisis de las vacas locas que terminó de dar la puntilla a estos establecimientos. Sin embargo, con el nuevo milenio, la emigración, tanto la Sudamericana como la China, ha hecho que la casquería vuelva a triunfar en nuestros mercados contribuyendo a su vez a la aparición de una nueva panoplia de recetas como los anticuchos, chunchulines o intestinos de cerdo crujientes que ilustran las cartas de los restaurantes más exóticos que poco a poco se están convirtiendo en los nuevos castizos.
Siendo honestos, la realidad es que la casquería nunca se había ido del todo de nuestras cocinas. Fueron algunos grandes cocineros como Abraham García o Julio Reoyo los que mantuvieron ardiendo la llama casquera en los años más difíciles. A ellos hay que sumar la reciente incorporación a la élite gastronómica de Javier Estevez, discípulo aventajado de Reoyo, con su laureada Tasquería, que ha vuelto a poner esta entrañable cocina en primera división.
Son muchos los órganos que se incluyen bajo el epígrafe casquero y si quieren ampliar su recetario les remitimos a dos biblias del género: De Tripas Corazón (Planeta) de Abraham García es un gozoso viaje por todas las partes menos nobles de los animales cuyas recetas van acompañadas de una deliciosa prosa. El propio García comentaba que “Ha habido un manifiesto desprecio a los despojos cuando ya las primeras recetas registradas hacían mención a la casquería. En la cocina grecorromana eran un manjar, pero ahora hasta el lenguaje, su propio nombre, despojos, los desprecia”. Más reciente es Casquería (Montagut) donde Javi Estevez muestra toda su erudición sobre la «cultura casquera»
Viridiana (Juan de Mena, 14). Abraham García ha cocinado todas las partes comestibles que se puedan encontrar en un animal de todas las formas imaginables. Desde las ubres de vaca a las crestas de gallo. Su carta siempre esconde algún plato visceral y a poco que uno le pinche sin dudarlo se sacará alguna genialidad del sombrero.
El Mesón de Doña Filo (San Juan, 3.Colmenar del Arroyo. Madrid). El mesón de Julio Reoyo es un clásico para los amantes de la mejor casquería. En su carta nunca faltan los platos de callos, carrillera, manitas, mollejas, criadillas… Un festín para los amantes de las vísceras. Además, todos los años organiza unas jornadas monográficas sobre la casquería, una oportunidad ideal para disfrutar su exquisito fiambre de lengua de cerdo con vinagreta o sus pies de cerdo con salsa de carne.
La Tasquería de Javi Estévez (Duque de Sesto, 48). Javi Estévez ha revolucionado la casquería en Madrid. Una propuesta fresca y diferente que encandila a los menos casqueros. Estévez define su coquinaria como “una cocina visceral”. Una demostración de que la casquería es apta para todos los públicos. Desde la emblemática cabeza de cochinillo frita a las mollejas de ternera con kale, la asadura en brioche, oreja con alubias, manitas con alcachofas… En los tres años de vida del local se han vendido 6.900 platos de manitas, 17.000 de rabitos de cerdo, 6.000 kilos de callos y más de 3.000 cabezas de cochinillo.
La Paloma (Jorge Juan 39). Fundado en 1992 Segundo Alonso como jefe de cocina y Mariano Ávila como jefe de sala sirven desde entonces a una clientela fiel platos tradicionales entre los que podemos encontrar mollejas y sesos de cordero, callos a la madrileña, cochinillo confitado y deshuesado, manitas de cerdo deshuesadas en salsa de trufa y riñones de ternera al oloroso con arroz.
Sacha (Juan Hurtado de Mendonza 11). Mucho se ha hablado de la cocina “canalla” que sirve Sacha Hormaechea en su Botillería y Fogón, pero pocos se acuerdan de que en su carta nunca han faltado los riñones, sesos y otros platos viscerales.
La Malaje (Plaza de la Paja). Manu Urbano elabora una cocina andaluza actualizada en la que nunca faltan los platos más viscerales como las carrilleras de cerdo ibérico de bellota en tomate menciano guisado, la lengua en escabeche o los riñones al jerez.
Ponzano (Ponzano 12). En pleno Chamberí es uno de los imprescindibles de la casquería “popular” de la capital. En este bullicioso local nunca faltan los riñones, callos, la lengua escabechada o las mollejas de cordero a precios populares.
De La Riva (Cochabamba, 13). Fundada en 1932, siempre tiene en su carta cantada de viva voz un plato de casquería variada en el que se suele incluir la lengua de ternera en salsa, las criadillas de toro empanadas, el hígado de ternera con cebollitas y las mollejas de cordero a la bilbaína, pasando por las manitas con chorizo, los sesos a la romana o los callos a la madrileña.
Barrera (Alonso Cano, 25). Ana Barrera regenta una de nuestras casas de comidas favoritas donde nuca faltan los riñones, la asadurilla o el hígado de cabrito.
La Ancha (Zorrilla, 7). Nino Redruello ha renovado este clásico familiar donde podemos disfrutar de la carrillera glaseada, los famosos callos a la madrileña o los sesos rebozados.
Casa Ricardo (Fernando el Católico, 31). Lleva desde 1935 haciendo cocina casera y tradicional y se vanagloria, con razón, de sus riñones al jerez y mollejas de cordero lechal, manitas de cordero a la madrileña o sus callos especiales al estilo Servi.
Casa 28 (Espíritu Santo, 28). Este local que acogió durante casi un centenar de años una de las carnicerías del barrio de Malasaña, es hoy una tienda degustación donde Adrián Rojas y Roberto Quirant, antiguos cocineros de Punto MX, ofrecen productos de carnicería y salchichería hechos al momento. Entre sus platos de casquería hay que probar la entraña de ternera, la lengua curada en su versión embutido y la morcilla asturiana.
Casa Maravillas (Jorge Juan 54). Una taberna a dos pasos del retiro donde no faltan la oreja a la plancha, callos con garbanzos, caracoles camperos, mollejas, manitas, sangre y lengua.
Casa Enriqueta (General Ricardos,19). Se define como las entrañas del barrio. Esta es una casa de larga tradición casquera. La tatarabuela de los actuales propietarios era de las mujeres que sacaron adelante a su familia vendiendo la casquería que obtenía del antiguo matadero municipal desde 1909. En año 1956, el abuelo se hizo con este local, consiguiendo una licencia de taberna. Ahora ofrecen ensaladas, tapas y bocadillos y la mayor selección de casquería: zarajos, entresijos, gallinejas, botones, chicharrones, mollejas y callos a la madrileña. Merece una visita a la tradición gastronómica del corazón de Madrid con los precios más populares.
Conduma (Mar de Bering, 7 – Canillas). Esta recomendable casa de comidas familiar del barrio de Canillas suele tener en su carta riñoncitos a la plancha, mollejas y asadurilla.
Freiduría El Chaval (Esfinge 76B – Canillejas) Este bar de Canillejas cerquita del Estadio Metropolitano sirve, de lunes a domingo, gallinejas, zarajos y mollejas que nos hacen disfrutar como en la Pradera de San Isidro.
Salino (Menorca, 4). Donde Javier Aparicio elabora una refinada versión de las gallinejas servidas a modo de taco mexicano.
El Mirador de San Isidro (Toledo, 151). Un bar de barrio castizo donde se siguen sirviendo entre otras muchas viandas las gallinejas y entresijos.
Cilindro (Don Ramón de la Cruz, 83). Mario Céspedes elabora una cocina peruana en la que nunca faltan propuestas de casquería como el torto de maíz relleno de rabo de toro o lengua con salsa de mote, hierbabuena y rocoto.
Tabernícola (Buen Suceso, 20). Es una casa de comidas de nuevo cuño especializada en casquería de tierra, mar y aire. Lengua, carrilleras, manitas, mollejas, sesos… Fernando Membrillo es un enamorado de este género que triunfa entre sus parroquianos.
Por si se animan a cocinar en casa, les recomendamos un establecimiento de donde poder surtirse de todo tipo de vísceras: Casquería Óscar, Calle de la Encomienda y cuatro sucursales más (como nos recordaba Abraham García: “Las mejores casquerías no aspiran a llamarse boutiques del entresijo” ). Paco, Oscar y Alicia Méndez-Corral, son los herederos y actuales responsables de este negocio que vende casquería en Madrid desde 1932. Los tres forman la tercera generación de la familia que regenta este negocio que comenzaron sus abuelos Paco y Mercedes. Actualmente, tienen seis locales repartidos por todo Madrid dedicados a la venta de casquería y a la distribución hostelera. Aunque el producto más demandado en Madrid, son los callos, junto con la carrillada y las mollejas. También gozan de gran predicamento los entresijos y gallinejas.
Nuestra compañera Beatriz Garaizabal nos ilustra con su sabiduría culinaria:
“Para los que somos devotos de la casquería, sólo hay una pequeña pega: cocinarla. Y no precisamente por la dificultad, sino por el estómago que a veces requiere su manipulación en crudo”.